FLORENCE FOSTER JENKINS

Era una mujer increíble, con una total falta del ritmo, con una carencia vocal absoluta. En las notas más altas parecía que en su garganta estuviesen luchando a muerte y con cuchillos una gallina y un gato, como un tren de mercancías frenando en el fin del mundo. Esperpento puro. Escuchen y opinen.
La gente claro está, se reía. Pero lejos de entristecerse, y ahí reside la maravillosa personalidad de esta mujer, ella se defendía diciendo que las risas eran fruto de unos cuantos envidiosos. Incluso comparaba su voz a las de prestigiosas sopranos como Frieda Hempel y Luisa Tetrazzini. Resulta difícil pensar que siguió creyendo en esto cuando en los recitales que siguieron continuaron las risas, e incluso su pianista, que debía hacer variaciones en las partituras para seguir las raras jams operísticas de la señora Jenkins, ponía caras por detrás de esta para potenciar el carácter cómico de los espectáculos. De todas formas el público siempre la ovacionaba. Al fin y al cabo era como haber asistido a un espectáculo de Leo Bassi. Incluso cuando cantaba clavelitos de Joaquin Valverde, su canción preferida, ella misma repartía flores al público uno a uno. Cuando le pedían un bis y no tenía más repertorio. Las recogía y volvía a repetir el numerito. No me digan que no es alucinante. En una ocasión un taxi la atropelló. Lejos de demandar al taxista y al descubrir en el trágico suceso que podía hacer una tonalidad más alta en Fa, le envió al taxista una caja de habanos en agradecimiento. No sé ustedes pero yo estoy haciendo reverencias.
Me sorprende esta historia. Y me fascina. Las entradas siempre se agotaban. Se vendían en reventa por un precio tres veces superior al inicial. Dejó de dar recitales. Decidió dar, a petición popular, un último recital. Después de un tiempo murió. Algunos dicen que porque nunca pudo superar las feroces opiniones de los críticos musicales. Yo pienso que no. Porque como ella decía. "Podrán decir que no sé cantar. Pero nunca podrán decir que no canté". Ole tus huevos Jenkins.
Hablar THE SHAGGS

Dispuesto a cumplir la profecía como la cumplen los vaqueros, los borrachos y los porteros de discoteca, es decir, por las buenas o por las malas, pagó unas clases a distancia de música a sus hijas mayores y les pidió que sacarán unas canciones porque iban a grabar un disco. Eso es rock. Eso morro. Eso la locura que en tantas ocasiones le falta a la música.
Cuando llegaron al estudio y tras escuchar el ingeniero de grabación lo que habían preparado las inocentes Dorothy, Betty y Helen, este les sugirió que tal vez deberían ensayar más. El padre, Austin contestó con una fe vehemente en la creación por ciencia infusa de sus hijas y contestó con su célebre frase: “No, las quiero ahora que están calientes”. Al técnico de sonido no le quedó otra que grabar atónito todo el disco, que se llamaría Philosophy of the World. No pudo comprender su preparada cabecita de ingeniero la vanguardia de su música, no logró entender la lógica interna de las composiciones (si la existe), los acordes cortados con cuchillo como por capricho, las voces desafinadas, los ritmos absurdos y descuadrados, o las baterías ajenas a la existencia de otros músicos e imbuida por quién sabe que tipo de conciencia de la simetría o el orden. Aquí tienen!
Un tipo que estaba en el estudio, Charlie Dreyer, se ofreció a distribuir el disco en su sello, Third World. Después de pagar Austin por adelantado y asegurarse mil copias del disco sólo recibió 100 y nunca más supo del distribuidor. Obcecado todavía en ver a sus hijas triunfar envió el disco a varias estaciones radiofónicas. Luego The Shaggs, convertidas en cuarteto tras el ingreso de Rachel, la hermana menor, en el bajo, halló un local donde tocar todos los sábados por la noche, pero el fallecimiento de su mentor, en 1975, significó el fin del grupo.
La historia no habría ido a más si cierto tiempo después gente como Frank Zappa o Kurk Cobain no hubiesen citado a este extraño grupo de Fremont, New Hampshire, y su disco, como uno de los mejores de la historia. El primero llegó a decir que eran mejores que los Beatles.
Philosophy of the World fue más un reto que un simple disco. Y sin saberlo, The Shaggs crearon un terreno estético y ético del que son únicas habitantes. Maldita sea Austin, al final tu abuela tenía razón, al final lo lograron.
Tanto Jenkins en el mundo de la ópera como Austin y sus hijas en el mundo del rock-pop (o vayan ustedes a saber que coño de música es esa) consiguieron el éxito, si bien The shaggs han tenido más notoriedad años después de la disolución del grupo. No sabían cantar, ni tocar un instrumento (al menos no como en principio se debería). Pero que se jodan los robots de conservatorio y los puretas de la cultura. Personalmente cuando he escuchado el disco de Jenkins no he podido parar de reir. Y cuando he escuchado el de The shaggs me he reído y me he quedado como idiota. Me parece justo. El rock también trata de eso.
Sigilo Nipples
lo de las shaggs a mí me fascinó cuando las oí y no tuve mas remedio que investigar!!me quedé atónita tras tal aberración sonora!!
ResponderEliminarme han entrado ganas de abrazar los altavoces.
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